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La calidad de los vinos argentinos atrae inversiones de bodegueros extranjeros

Quinta generación de bodegueros con base en la “shakesperiana” Verona, Alessandro Speri no podrá olvidar jamás la sorpresa y desconcierto cuando probó por primera vez un malbec argentino, promediando la década del 90.

“¿Cómo puede ser que un cepa como ésta tenga tanta calidad?”, se preguntó, y la curiosidad encendió el desafío. Con la idea de desarrollar una uva prácticamente desconocida en Italia (primer productor del mundo) y elaborarla con las exigencias de producción de un gran vino, hacia 2002, el joven Speri se instaló en Mendoza.
La calidad de los vinos argentinos atrae inversiones de bodegueros extranjeros


“Busqué el lugar que brindara las características apropiadas para elaborar vinos con buena acidez y que las uvas lleguen a su punto de madurez –reseña–. El terruño elegido fue La Consulta”.

Los resultados están a la vista. En la actualidad, El Hijo Pródigo, su emprendimiento personal en línea con la rica tradición familiar, exporta malbec de alta gama y elabora vinos con otras cepas de interesante proyección como tempranillo y bonarda, además de malbec, para el mercado interno.
A lo largo de este tiempo, El Hijo Pródigo Winery lleva invertidos aproximadamente un millón de euros. A partir de este año proyecta renovar su packaging con cambio de etiqueta. Mientras continúa trabajando para el crecimiento de las exportaciones, no descuida al consumidor local. Su más reciente lanzamiento es un corte de malbec y bonarda, Pródigo, con el que busca posicionarse en el segmento más competitivo.

Para el próxima año, la bodega espera ganar mercados no convencionales, como China y Hong Kong. Su objetivo para el 2014 es alcanzar una cifra de venta de 100.000 botellas.

El caso Speri es emblemático pero no excluyente. Su historia tiene puntos en contacto con la de Dieter Meier, un multifacético empresario y artista suizo, que desembarcó tempranamente en la Argentina a comienzos de los 70, y en los 90 adquirió el tradicional haras Ojo de Agua, en Balcarce. A principios del siglo XXI, también seducido por la calidad y posibilidades de nuestro cepaje tinto por excelencia, compró 370 hectáreas en el corazón de Agrelo, Luján de Cuyo, para montar la bodega Ojo de Vino. Su estrategia consistió en dejar expresar libremente al viñedo, con patrones de agricultura orgánica, prescindiendo de agroquímicos.

En marzo de este año quedaron inauguradas las instalaciones con concepto industrial de Ojo de Vino, diseñadas ediliciamente por el arquitecto Santiago Irigoyen y técnicamente por el enólogo Marcelo Pelleriti. Con capacidad para un millón de litros y equipamiento de última generación, el objetivo en el mediano plazo es producir 750.000 botellas. A mediados de año se abrió al turismo, con un restaurante de comida argentina al aire libre para apreciar los atardeceres andinos, visitas guiadas con degustaciones y catas de sus dos líneas de vinos, Ojo de Agua y Dieter Meier Puro, en un 95% con destino de exportación.

La cuarta generación vitivinícola de la familia Bousquet encontró su lugar en el mundo en la región de Gualtallary, Tupungato, provincia de Mendoza, donde contribuyeron grandemente a la explosión del sector desde finales de los ’90.

La obsesión de Bousquet fue conjugar las condiciones de un terroir privilegiado con las técnicas europeas de elaboración de vinos. A partir de 2005, la bodega orientó su producción al exterior y hoy tiene presencia en más de 40 países.

Mucho más que producir grandes vinos, Piatelli Vineyards, el ambicioso emprendimiento del estadounidense Jon Malinski, se propuso traducir su romance con Cafayate en una forma de promoción enoturística. Aunque su emprendimiento nació como un proyecto artesanal en Agrelo, donde produjo la primeras botellas en el 2009. Asesorados por Gabriel Fidel, el matrimonio de Jon y Arlene Malinski adquirieron fincas camino a Yacochuya, en Cafayate. A principios de este año, a menos de una década de aquellos tímidos inicios, Piatelli Vineyards abrió las puertas de su nuevo edificio en Cafayate, una imponente construcción de 5.500 metros cuadrados en la que invirtió unos doce millones de dólares.

Malinski explica así su confianza: “Argentina tiene un gran potencial como país productor. Se ha crecido mucho, pero aun no se ha alcanzado el techo en lo que respecta al malbec y torrontés”. Además, apunta que “en nuestra empresa trabajan solamente argentinos, me gusta el gran equipo que tenemos y me siento muy a gusto”.

EN CIFRAS


75.000 botellas es el volumen de producción anual de Pródigo
40 países compran vinos elaborados por Domaine Bousquet
80 hectáreas tiene Ojo de Vino bajo certificación organica
90 por ciento de los vinos de Piatelli Vineyards se exportan

BAENegocios

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