¿Qué vino elegir?
Para los que quieren empezar, con menos de 30 o con muchos más, a los que probarían pero no se atreven van estos consejos de profesionales.
Sea por cena romántica, encuentro entre amigos o cita navideña, a menudo nos enfrentamos a elegir sin haberlo hecho nunca. Incluso con un pudor absurdo a caer en el ridículo.
La primera clave es que no es obligatorio. Por más leyenda y glamour que tenga. Si pruebas y no te gusta estás en tu derecho de reclamar el mismo trato que cualquier otro ser humano. No mereces oprobio ni crítica. El que quiera aventurarse, que sepa que es un mundo apasionante.
Sólo es cargante cuando está en manos de pedantes y enterados (como todo mundillo). Se trata de probar, disfrutar y huir de la trampa del flamenco o el jazz: aquello de «como no entiendo, no empiezo y como no empiezo, no entiendo».
Para empezar a disfrutar del vino, pueden ayudar preguntas simples y sencillas, con respuestas obvias pero que a menudo se obvian.
¿Qué pasa si no me gusta? ¿Debo insistir e insistir en probar?
Las respuestas serían: Nada y no es preciso maltratarse, respectivamente.
¿Qué debo saber para empezar?
Basta con distinguir su color (tinto, blanco y rosado, básicamente). Luego, se trata de intentar recordar los que te gustaron (marca, año, si es crianza, reserva o joven aunque no sepas ni lo que significa) para poder volver a disfrutarlo o descartarlo. Sin más. Si no te gusta una marca de yogur, no vuelves a comprarla. Si te gusta, repites, pruebas variantes.
Con el vino, conviene saber que alguna botella puede desagradar de forma accidental (mala conservación, algún accidente, error en la producción) pero una próxima experiencia con la misma etiqueta puede ser placentera. Cada botella de cada año puede ser diferente (aunque tampoco pasa tanto). Uno de los expertos consultados para este informal informe recomienda empezar con vinos que «sólo tiene un tipo de uva (monovarietales). Para luego, poco a poco, reconocerlas en los vinos mezcladas con otras varidades».
¿Si me sabe mal o pica la lengua es que no entiendo?
Si cuesta beberlo o produce alguna mala sensación en la boca es que está malo. No hay nada que entender. Hay que pedir otro. También puede ser que no guste sin estar malo (que sea malo). Si después de dos o tres pruebas de distintas botellas, tipos o marcas, todos los vinos saben mal, es que no te gusta. El mundo está lleno de cervezas (un universo paralelo) y bebidas exquisitas sin alcohol. Así dejas más a los demás.
¿Qué es eso de las uvas, las denominaciones de origen?
Como en cualquier orden, según se prueba se adquiere más información e interés. Con las probaturas, la curiosidad, llegará el conocimiento de los distintos tipos de uva (tempranillo, moscatel, syrah, malbec y así decenas...). Al igual que las marcas, las bodegas y las denominaciones se acaban conociendo por memoria emocional. Si prefieres chardonnay a mencía, pues se trata de mirar la etiqueta y saberlo para la próxima.
Las añadas son una clasificación que marca cuánto (y cómo) ha sido conservado. Tienen mucha influencia (se acaba por conocer cómo la madera cambia la estructura) pero tampoco es necesario saber las diferencias de memoria para empezar. Las denominaciones de origen son agrupaciones de empresas y bodegas por territorios que producen bajo control técnico y administrativo, con criterios de calidad concretos.
Es decir, D.O. Ribera o D.O. Xerez-Manzanilla deben, además del origen territorial fijado, cumplir unas normas que se supervisan rigurosamente. Eso supone una garantía pero sin exagerar. Hay vinos malos dentro de todas las denominaciones y vinos estupendos fuera de cualquier denominación. Algunos 'tipos' de vino también están marcados por el método de producción (champán, cava como los más populares...) además del territorial.
¿Cómo elegir vinos para tomar en casa?
E l enólogo gaditano Enrique Andrades, director técnico en Bodegas Resalte, en Peñafiel, (Valladolid), se aferra a la lógica. «Es muy importante que el cliente tenga presente el alimento con el que va a acompañar al vino. Elegir un punto de venta de confianza es el primer paso. Que el consumidor lea, pruebe vinos de distintos, de sitios y variedades diferentes, que visite bodegas y, sobre todo, pregunte mucho, que disfrute con la curiosidad». Esto último vale para iniciarse también en la ópera alemana del siglo XIX o en la papiroflexia.
¿El vino para consumir en casa es caro?
No. «Sin duda hay grandes vinos por menos de diez euros», recuerda Toni Fernández, jefe de sala del restaurante gaditano Arsenio Manila y uno de los profesionales más respetados en la provincia. Ni todos los caros son ricos, ni al revés. En el mercado español los hay deliciosos por menos de seis euros. Las tiendas especializadas (que siempre pueden asesorar, enseñar) o las cadenas de alimentación distribuyen productos estupendos a precios razonables.
Andrades advierte que «el vino a precio muy caro no siempre se corresponde con el valor del producto. Nunca hay que fiarse sólo de las etiquetas. Simplemente son una herramienta. No siempre va unido lo atractivo por fuera y por dentro», afirma.
Pistas para comprar botellas ricas a buen precio
Basta mirar, en tiendas o grandes superficies. Hay casos sorprendentes de tintos jóvenes de Cádiz y otros como Veranza (tinto de Huesca), Pfalz (un blanco alemán, Riesling), Cosechero (tinto de Rioja Alta), marcas blancas de la denominación Chianti (un célebre tinto italiano), por menos de tres euros. Finca Resalso, Monólogo, marcas de Toro y Extremadura (Habla del silencio)... Decenas por menos de diez. Y de cada botella salen, mínimo, seis copas. Es fácil hacer un cálculo de lo que cuesta cada una y comparar con el precio de un refresco o una cerveza.
Hay fantásticas guías (como 'Los Supervinos' de Luis Tolosa) que acaparan premios y ventas cada año por recomendar los más ricos que valen menos de 3, 5, 10 y 15 euros con la condición de que se vendan en supermercados (especifica en cuáles) o tiendas comunes. Ya existen hasta buscadores y comparadores de precio (elvinomasbarato.com) que triunfan en la red porque encuentran calidad y placer a bajo coste.
¿El vino en los restaurantes siempre es caro?
Lamentablemente hay que tener cuidado y mirar mucho antes de pedir. El sobrecoste del vino en los restaurantes españoles ha sido escandaloso hasta hace unos años. El incremento de la demanda, la mayor cultura del consumidor, la crisis del consumo y la variedad de locales han atenuado mucho esta tendencia.
«Nadie protesta por gastarse seis, ocho euros en un gintónic»
El enólogo Enrique Andrades destaca el contraste entre compra personal y consumo en locales: «Cuando la gente dice que los vinos en España son caros me echo las manos a la cabeza. Aquí se beben muy buenos por muy poco. Probablemente sea de los países con mejor relación calidad-precio del mundo. El vino sale de bodega a buen precio y se dispara en el restaurante haciéndose un producto exclusivo cuando no debe serlo». El experto, eso sí, celebra la moda de los locales pequeños: «Cada vez aparecen más vinotecas con precios más razonables. Una consecuencia necesaria y lógica».
También tiene una crítica para los usuarios: «Nadie protesta por gastarse seis, ocho euros en un gintónic, cuando eso es lo que cuestan botellas de vino muy bueno».
¿Los vinos de Xerez-Manzanilla son demasiado difíciles?
Toni Fernández admite que «tienen una elaboración muy diferente al resto. Debemos empezar por conocerla y entonces entenderemos qué diferencia un fino de un amontillado, o porqué hay olorosos secos y dulces. En cuanto a catarlos no hay que temerles, sólo dedicarles su tiempo». Con esa pausa, se encuentra el momento para una manzanilla fresca, para asombrarse con La Panesa (Gutiérrez Colosía) o apreciar un cream. En tabancos y tabernas, como La Manzanilla y La Sorpresa en Cádiz o Tabankino, por mencionar la última incorporación en Jerez, con la copa pueden regalar un par de frases o trucos que equivalen a un master de sabiduría. Hay que dejarse asesorar y acercarse sin temor.
¿Hay que sentirse mal por tomar en Cádiz vinos que no sean de Cádiz?
Cuando asalte el sentimiento de traidor y vendepatrias, conviene recordar que Gran Bretaña es el mayor consumidor mundial de Sherry, que el vino creado en la provincia se bebe en todo el mundo y a ningún amante de estos caldos le quitan su nacionalidad en su lugar de residencia.
Hay vinos curiosos y preciosos en Francia, Italia, Grecia, Portugal, Estados Unidos, Argentina, Chile, Suráfrica o Australia. De este último país, por ejemplo, venden un chardonnay riquísimo en varios supermercados llamado The yellow tail. No hay excomunión ni exilio para nadie que pida, en ningún país, vino de otra nación o de una región distinta a la suya.
«El vino sale de bodega a buen precio y se dispara en el restaurante»
¿Qué es eso de maridar?
Nada que ver con casarse. Es el nombre técnico de la combinación entre lo que se come y el vino. También está basado en las preferencias y experiencias de cada cual. Como orientación, Andrades recomienda «elegir vino de acuerdo a la intensidad que la comida tenga». Así, añade, los «blancos, rosados, tintos jóvenes o de corta crianza suelen maridar con todo tipo de pescados, ensaladas, arroz, pastas y, en definitiva, comidas ligeras».
Para quesos, jamón o aceitunas hay combinaciones ya contrastadas como un amontillado, un fino o manzanilla. Para un guiso recio, con derroche proteico y graso, lo más adecuado según los que han probado mucho y antes sería un tinto con más cuerpo y trayectoria, «potente y robusto». Mínimo, un crianza, hasta gran reserva el que pueda. Pero conviene sorprenderse. Algunos cavas (tipo brut o brut nature) son excelente compañía de almuerzo y condenarlos a brindis es una pena.
¿Qué es catar?
Según el diccionario de la Real Academia, es sinónimo de «probar». Nada más. Es lógico que se haga en tres fases (como casi con todo producto, por instinto): la visual, la olfativa y la gustativa. Pero no es obligatorio estar horas haciendo girar el vino en la copa (ya está oxigenado a no ser que acaben de abrir la botella), ni cerrar los ojos al hundir la nariz en ella como si se sintiera un orgasmo. Tampoco hay que llenarse la boca como un sapo ni hacer gárgaras. Se intenta reconocer el color, el aspecto, se huele y se saborea. Sin prisa, mejor. Pero ya. Por cierto, sin complejos.
Dos de los mayores enólogos de Europa (de Moet&Chandon y de Torres) que han pasado por Cádiz se confesaron fumador y alérgica, respectivamente. Así que tampoco hay que tener el olfato de un mastín para apreciar diferencias y disfrutar caldos. Toni Fernández recomienda «dedicarle tiempo a catar, disfrutar, anotar impresiones y repetir hasta conseguir tener una memoria olfativa que asociemos a ese vino y nos permita reconocerlo en el futuro. Es cuestión de paciencia, todos podemos si le dedicamos tiempo. Hay catas de iniciación para identificar en la boca las notas dulces, ácidas o salinas, para conocer cómo funcionan el gusto y el olfato». Es decir, se aprende.
Último aviso
Para acabar, una obviedad más. El vino tiene contenido alcohólico. Qué sorpresa. La media mundial podría fijarse entre 10 y 12 grados. Es decir, la tercera, la cuarta parte que la mayoría de los licores destilados. Eso significa que los efectos psicoactivos (la ebriedad) son más fáciles de manejar y moderar que con el consumo de otras bebidas.
Está demostrado que su uso diario en bajas dosis (no más de dos copas de vino en una sola comida del día) es beneficioso para la salud. Pero hasta ahí. Al cabo, conviene volver al principio: contiene alcohol, elemento capaz de provocar una devastadora adicción y, como está demostrado, cómplice en un considerable porcentaje de reacciones violentas, de accidentes trágicos y desgracias a lo largo de la historia de la Humanidad. Conviene que cada cual sepa lo que tiene en la mano y cómo lo maneja, con respeto por sí mismo y por el prójimo.
La Voz Digital
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