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No solo cuenta tener olfato

Por su aroma, por su sabor, por su color, e incluso por su reflejo o sus burbujas. No necesitan mÔs para identificar un vino. Hay quien incluso va mÔs allÔ y llega hasta a definir la variedad de uva o su crianza. Ser un buen sumiller tiene su mérito. Ayer algunos de los mejores intentaron demostrarlo en MÔlaga para convertirse en el Nariz de Oro de Andalucía, concurso que se celebró en el hotel Silken Puerta de MÔlaga y cuyo título recayó en Antonio José SuÔrez, de la Taberna del Alabardero.
Pero, de forma paralela, otros, mÔs o menos entendidos en la materia, también ponían a prueba durante unas horas sus dotes como sumilleres. Lo hacían en el salón Nariz de Oro Experimenta, donde profesionales y aficionados al mundo del vino tuvieron oportunidad de elegir entre una variedad de mÔs de cuarenta caldos en catas 'a tutiplén'.
No es fÔcil. Al menos no lo parece. Porque, según la enóloga de bodegas Azpilicueta, Elena Adell, el «buen catador no nace, se hace». A su juicio, los principales requisitos del buen sumiller se basan en la formación y en tener ciertas dotes de psicología. No hay que olvidar, como recuerda el malagueño Antonio Pacheco, de la vinoteca Pura Cepa, que el cliente «debe confiar en ti». Para él, «lo mÔs divertido» es que el comensal esté «abierto a probar sabores». Por eso, entiende que la «formación diaria» es fundamental. Nacho López intenta seguir el consejo. Desde Granada se desplazó ayer a MÔlaga este joven aficionado para aprovechar la oportunidad. De hacer catas y de tener contacto directo con las bodegas y los especialistas.

Productos novedosos

Porque allí estaban desde Azpilicueta hasta Dinastía Vivanco, Torres, Arzuaga, Avelino Vegas, GonzÔlez Byass o Juvé & Camps. Todos en ese espacio paralelo al concurso que reunió durante toda la jornada a quienes quisieron conocer los productos mÔs novedosos del sector. Por ejemplo, las últimas añadas de la colección Vivanco o la nueva etiqueta de Azpilicueta.

Mesas y sabores para elegir. Y no solo vinos. TambiĆ©n tequila y ginebra, que fueron objeto de varios talleres abiertos al pĆŗblico. Sin duda, zona reservada para paladares muy abiertos a la experimentación porque en el primer caso, se atrevieron con catas que desmitificaban el fuerte sabor de la famosa bebida mexicana mediante el Tequila Excellia; y en el segundo, con el innovador Gin Mare, o lo que es lo mismo, ginebra con plancton marino. Lo dicho, reservado a los mĆ”s osados. 
 

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