Vinos a más de 900 metros de altitud, en Rubielos de Mora
Españan - La Bodega Pago Alto de Rubielos de Mora se nutre de uvas
cultivadas bajo el frío de la sierra turolense de Gúdar. Son los
viñedos más altos de la provincia de Teruel y solo superados por unos
pocos en todo el país.
Viñas de producción lenta y tardía, con un ritmo de
crecimiento, asociado a una climatología adversa, que permite equilibrar
a paso lento los sabores de la uva. Así se va gestando la materia prima
de bodegas Pago Alto de Rubielos de Mora, un proyecto muy joven cuya singularidad se basa en el cultivo de cepas en terrenos ubicados a 936 metros de altitud. Se trata del viñedo más alto de la provincia de Teruel y solo igualado por unos pocos en todo el país.
A pesar de ello, el gerente de la bodega, Jesús Romero, no se considera un pionero.
Sus instalaciones, cuyas primeras botellas se comercializaron en 2010,
emulan la actividad vitivinícola que tuvo la zona varios siglos atrás.
"Hay datos históricos que demuestran que en Rubielos de Mora se cultivaban viñas cuando la gente elaboraba vino para consumo propio", explicaba Romero.
"De hecho, todavía existe un barrio en la localidad que se llama Las
Cubas, donde existían depósitos para que los vecinos fermentaran sus
caldos", añadió.
El empresario asegura, incluso, haber visto no hace mucho masías con gigantescos depósitos, de hasta 20.000 litros, que demuestran la fuerte implantación de la tradición de la elaboración del vino en este territorio, que, si bien mediante sistemas primitivos, se mantuvo, según dice, hasta principios del siglo XX, cuando la enfermedad de la filoxera acabó con prácticamente todas las plantaciones. "Yo no soy un pionero en Rubielos en esta industria", insistió el empresario. "En todo caso, lo sería pero con sistemas de vinificación modernos".
Como consecuencia de estas especiales condiciones climáticas y orográficas, surge un vino afrutado, "menos cargante y debido a lo cual, su grado de alcohol no se aprecia con tanta intensidad como en otros", explicaba Jesús Romero. "Los vinos de altura –agregó–, de montaña y de climas frescos provocan una maduración de la uva más lenta y, por consiguiente, mejor porque se recolecta más tarde". En las instalaciones de Pago Alto comienza la recolección en el mes de octubre.
Este entorno tiene, no obstante, sus contraindicaciones, con una serie de inclemencias meteorológicas, heladas y granizo, que convierten a los viñedos en un cultivo de riesgo, y que amenazan constantemente con arruinar su cosecha. Las vides de Pago Alto tienen mallas antigranizo como prevención ante este fenómeno natural.
Las plantaciones se cultivaron en 2006 y se han ido incrementando con el paso de los años hasta alcanzar las actuales 5.000 cepas. Su producción se sitúa entre los 8.000 y los 9.000 litros de media, dependiendo de la añada, y se ciñe a la elaboración de vinos tintos: joven, de la cosecha del año anterior; y roble, del que se producen 2.000 botellas, y que va madurando en barricas de roble americano situadas en la zona auxiliar que el industrial posee en la localidad turolense de Olba. Romero explica que a este vino más viejo, que madura en las barricas alrededor de cinco meses, se le ha denominado Rubus Quercus. "No podemos llamarle crianza porque no está acogido a ninguna denominación que marca los tiempos de elaboración, ni tampoco a Vinos de la Tierra, al estar fuera de su demarcación geográfica".
La plantilla de la empresa está integrada por tres empleados, uno de ellos un enólogo de la tierra. Su mercado se concentra en Teruel, Valencia y en un futuro próximo, en Barcelona.
El empresario asegura, incluso, haber visto no hace mucho masías con gigantescos depósitos, de hasta 20.000 litros, que demuestran la fuerte implantación de la tradición de la elaboración del vino en este territorio, que, si bien mediante sistemas primitivos, se mantuvo, según dice, hasta principios del siglo XX, cuando la enfermedad de la filoxera acabó con prácticamente todas las plantaciones. "Yo no soy un pionero en Rubielos en esta industria", insistió el empresario. "En todo caso, lo sería pero con sistemas de vinificación modernos".
Como consecuencia de estas especiales condiciones climáticas y orográficas, surge un vino afrutado, "menos cargante y debido a lo cual, su grado de alcohol no se aprecia con tanta intensidad como en otros", explicaba Jesús Romero. "Los vinos de altura –agregó–, de montaña y de climas frescos provocan una maduración de la uva más lenta y, por consiguiente, mejor porque se recolecta más tarde". En las instalaciones de Pago Alto comienza la recolección en el mes de octubre.
Este entorno tiene, no obstante, sus contraindicaciones, con una serie de inclemencias meteorológicas, heladas y granizo, que convierten a los viñedos en un cultivo de riesgo, y que amenazan constantemente con arruinar su cosecha. Las vides de Pago Alto tienen mallas antigranizo como prevención ante este fenómeno natural.
Las plantaciones se cultivaron en 2006 y se han ido incrementando con el paso de los años hasta alcanzar las actuales 5.000 cepas. Su producción se sitúa entre los 8.000 y los 9.000 litros de media, dependiendo de la añada, y se ciñe a la elaboración de vinos tintos: joven, de la cosecha del año anterior; y roble, del que se producen 2.000 botellas, y que va madurando en barricas de roble americano situadas en la zona auxiliar que el industrial posee en la localidad turolense de Olba. Romero explica que a este vino más viejo, que madura en las barricas alrededor de cinco meses, se le ha denominado Rubus Quercus. "No podemos llamarle crianza porque no está acogido a ninguna denominación que marca los tiempos de elaboración, ni tampoco a Vinos de la Tierra, al estar fuera de su demarcación geográfica".
La plantilla de la empresa está integrada por tres empleados, uno de ellos un enólogo de la tierra. Su mercado se concentra en Teruel, Valencia y en un futuro próximo, en Barcelona.
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