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El clima y la inflación afectaron la vendimia

Argentina - La belleza de las reinas y el colorido del anfiteatro griego enclavado entre los cerros mendocinos no serán suficientes para hacer de la vendimia una verdadera fiesta. Es que la celebración tiene este año una realidad poco festiva en las fincas: la producción de uva será una de las peores de los últimos 30 años, a raíz del clima adverso.


El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) estimó una cosecha a nivel nacional de 20.957.894 quintales, contra 28.663.553 en 2013. La caída se reflejará en una baja de 500 millones de litros en la producción de vino. En Mendoza, que aporta 70% del total, la merma fue estimada en 27%, por distintas complicaciones: heladas tardías, una intensa ola de calor y excesivas lluvias en febrero. Los factores naturales agravaron el mal momento del sector, acuciado por una fuerte pérdida de rentabilidad debido a la suba de costos y el atraso cambiario, que la devaluación sólo alivió en parte.
El mapa de la producción vitivinícola provincial está formado por una gran cantidad de pequeños y medianos productores, que abastecen a las grandes bodegas que, pese a contar con viñedos propios, necesitan grandes volúmenes. De toda la producción, entre 20 y 25% de los vinos se destina a exportación.
El mercado de las uvas, explica Jorge Day, economista del Ieral de Cuyo, se divide en dos grupos: uvas finas (como malbec, cabernet sauvignon y chardonnay), y comunes, para vino genérico. El primero es el de precios más altos: hoy se pagan, por ejemplo, unos $ 4 por el kilo de malbec. El segundo es el de mayor volumen, destinado a la elaboración de vinos de mesa para el mercado interno y mosto, una commodity de exportación cuyo precio está en baja. Estas uvas salen, en su mayor parte, de producciones atomizadas, de no más de 15 hectáreas, y son absorbidas por un puñado de compradores.
Según describe Carlos Iannizzotto, de la Asociación de Cooperativas Vitivinícolas (Acovi), la baja rentabilidad en el mercado internacional afecta la plaza local. "Si los productos diversificados, como el mosto, no tienen buena salida, se vinifican, y hay una sobreoferta en el mercado, por la que el precio tiende a la baja. Eso, con la escalada inflacionaria, desnivela la cadena de valor, que se ajusta hacia la producción primaria, debido a que el proceso industrial tiene costos difíciles de manejar." En la Bolsa de Comercio de Mendoza, el kilo de uva ronda los $ 2,30. Para elevarlo, el Gobierno intervino el mercado ofreciendo a los pequeños $ 2,70 por el litro de vino tinto y $ 3, financiado. En 2013, la provincia destinó a este fin $ 50 millones y ahora promete un monto mayor. Otra de las medidas fue fijar en 18% el porcentaje de uva para mosto de exportación en Mendoza y San Juan, desde 32% en 2013, que muchos consideraron excesivo.
El productor, dice Iannizzotto, es el más perjudicado. "El vino tiene un techo en el mercado local, porque si sube pierde consumidores". En la última década, el consumo per cápita cayó 25%, hasta 24,3 litros anuales, según Abeceb.com, mientras la cerveza trepó a 41 litros.
"Si queremos mantener la posición del vino, que creció en el mercado interno en los últimos tres años -señala Marcelo Barg, ministro de Agroindustria y Tecnología mendocino-, no puede haber una suba importante a los consumidores. Pero sí queremos revisar la distribución de la renta al interior de la cadena, que tiene serias distorsiones. El productor recibe valores que no le permiten renta, pero sí está en distribución y ventas."
Esta campaña, la ecuación no cierra. Alejandro Toso, productor y miembro de CREA Las Barrancas, precisa que los rendimientos caerán hasta 40%. "En 2010, el precio se estancó y, con costos de 2014, hay quebrantos en todas las fincas. Se habla de pérdidas de hasta 25% debajo de los costos operativos, entre $ 30.000 y $ 40.000 por hectárea."
La mano de obra es el principal componente. Mariel Vanin, de la Sociedad Rural del Valle de Uco, estima un impacto del 40% sobre los costos, con picos en la cosecha. "En la paritaria en debate, los trabajadores de viña piden un 50%, razonable para el trabajador, pero difícil para el productor", advierte.
Un informe de Acovi sobre el poder adquisitivo del vino compara esa carga: en febrero, se necesitaron 62,22 litros de vino tinto para pagar la jornada a un obrero; un año atrás, se requerían diez litros menos.
¿Cómo incide la devaluación? "Si bien la recomposición del dólar es importante para la industria -evalúa Vanin-, la inflación que afecta a todos los insumos (casi 300% en algunos casos), hace que el precio de la uva siga siendo la variable de ajuste." Según la experta, los productores reciben pagos en cuotas y sin precios definidos en la entrega.
Guillermo Barzi, presidente de Humberto Canale, cree que el efecto de la depreciación será parcial. "Las cristalerías subieron 7%; cartonería y papeles, 25 %; corchos, cápsulas y bozales, al ritmo de la devaluación. Subieron los costos de logística y los plazos se acortaron", enumera. "La devaluación podría mejorar un poco los vinos a granel para su exportación y contribuirá algo, pero poco, en los embotellados."
Este presente y un horizonte poco alentador tendrían consecuencias sociales, alerta Alejandro Gennari, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Cuyo: "Una menor cosecha demandará menos trabajadores, menos fletes y, por lo tanto, habrá un menor movimiento de dinero en las comunidades locales, como las del Este, que dependen de la vitivinicultura. Con las tasas altas, también habrá menos inversiones". Incluso los costos de la propia vendimia serán un desafío.



La Nación

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